En primer lugar, hablaré un poco sobre lo que entendemos por inclusión educativa y después comentaré mi experiencia personal.
Todo el mundo en su época educativa desea sentirse incluido en la escuela, en los grupos más populares y, al mismo tiempo, sentirse valorado y comprendido entre su familia, amigos…
Pero hay algunos grupos que durante su etapa escolar no se sienten así, es el caso de los niños y niñas con discapacidad, con altas capacidades o los pertenecientes a minorías étnicas como los inmigrantes que no dominan la lengua del país al que han migrado.
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La inclusión educativa no solo consiste en sentirte bien aceptado socialmente sino de disponer de una educación igualitaria y con las mismas oportunidades que los demás. Para garantizar que esto se cumpla, los profesores y maestros deben favorecer un aprendizaje significativo que tenga sentido para todos. Para ello, debemos revisar el currículo escolar para comprobar si se cumple este aprendizaje significativo, así como el rendimiento educativo de los alumnos.
Una de las características de la inclusión educativa es promover la igualdad de oportunidades en la enseñanza, aunque nos podemos encontrar con barreras determinadas por las culturas escolares que impiden el aprendizaje en igualdad de condiciones de algunos alumnos con respecto a otros.
Por tanto, en las escuelas, para promover la inclusión no basta solo con conocer su definición, sino que hay que saber aplicarla. Para ello tienen que contribuir las instituciones educativas, el equipo docente, los profesores, los padres y los alumnos (Echeita Sarrionandia, 2008).
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En mi experiencia personal, no me he encontrado con casos de discriminación en cuanto a religión, discapacidad u otra capacidad durante mi etapa educativa.
En los primeros cursos de Educación Primaria había un niño inmigrante que llegó a mi clase procedente de Marruecos. No conocía nada de la lengua por lo que no podía integrarse correctamente con lo demás alumnos. Recuerdo al principio, en la mayoría de las clases no estaba con nosotros ya que se lo llevaban a clases de apoyo para que aprendiera la lengua, por lo que tenía clases especiales para él. Con el paso del tiempo, comenzó a aprender un poco de español, pero casi todas las palabras que aprendía eran malsonantes por lo que los maestros continuamente le estaban regañando. Con los compañeros no estaba muy integrado ya que no se relacionaba mucho con nosotros, pero los profesores siempre le trataban como a un alumno más a pesar de sus problemas de comunicación.
En 5º y 6º de Primaria había en mi clase un niño discapacitado, aunque su grado de discapacidad no era muy elevado. Estaba muy integrado con toda la clase ya que jugaba con nosotros en el patio y hablaba con todos. En las clases, la mayoría del tiempo daba las mismas clases que todos a excepción de algunos momentos en los que tenía clases de apoyo particular. Lo que hacían los maestros era darle ejercicios adaptados a su nivel, ya que era menos que el del resto de la clase y mientras los demás realizábamos las tareas, se centraban en él para explicarle las cosas más detenidamente.
Después, en mi etapa educativa de ESO y Bachillerato no he tenido ningún compañero extranjero, discapacitado o con altas capacidades que necesitase de una atención especial.
En conclusión, considero que se debe fomentar la educación inclusiva en todos los colegios ya que todos los niños deben disponer de una educación en igualdad de condiciones. Lo que se debe aprender es cómo tratar a estos niños, no tratarlos como diferentes, sino ayudarlos cuando lo necesiten y adaptar las actividades y las sesiones para que ellos también puedan participar en todo.
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